jueves, 26 de junio de 2014

Detalles.

Os encantan esas dos palabras tan fáciles de pronunciar, las que en esta sociedad dice cualquiera al primero se cruza en su camino o se para a preguntar la hora. Esas dos palabras que ya no significan lo que eran. Las que esconden mentiras y la solución más fácil a cualquier problema.
Yo soy más de detalles de los que nadie se da cuenta. De esos que quedan entre las sábanas de la cama, en la intimidad, en la vuelta de la esquina donde no se nos ve o en cómo me agarras de la mano en una calle abarrotada de gente cuando los demás no nos prestan atención. De esos abrazos inesperados, de esos besos dulces que te despiertan de la siesta o las llamadas de teléfono a las tres de la mañana para unas buenas noches sumidas en la oscuridad. Esos detalles que no se fuerzan, que son tan simples como respirar. Esos detalles que demuestran mucho más que un puñado de letras.
Detalles como esas miradas de las que se te clavan dentro, de las que, igual que te calman, te aceleran el corazón en cero coma. Miradas de las que hablan y te dicen que no te vayas o que que guapa estas. Miradas que te desnudan, te dan la vida o te matan. Esas miradas que te llevan a llorar o, en el mejor de los casos, a sonreír.
Esas sonrisas de "¡Qué alegría verte!" o "No te imaginas cuanto te he echado de menos". Sonrisas pícaras de las de acercate hasta que estemos incluso demasiado juntos. Sonrisas que te hacen sonreír. Esas sonrisas que te lían sin saber cómo ni por qué. Esas sonrisas que te hacen suspirar. Y bueno.. Esos suspiros.. La de sentimientos y pensamientos que guardan los suspiros, tan sencillos..
Aún así, mis favoritos siguen siendo los silencios. Esos silencios que tanto dicen, esos silencios que no se callan las ganas, que te delatan cuando más necesitas que
nadie se entere de lo que de verdad se te pasa por la cabeza. El silencio de las lágrimas, de los abrazos y el mejor de todos, el silencio de los besos. El silencio que rompe las noches de a dos en una cama de noventa. El mismo silencio que nos rompe a nosotros.

domingo, 22 de junio de 2014

Sábado de Barbies.

Anochece y me he dado cuenta de que se me ha pasado la tarde entre películas, series, siestas y un libro extraño. Aún así, creo que no me he enterado de nada. Por lo menos de nada interesante. Hace frío en el jardín, aire, sobre todo hace aire. Se nota en el agua de la piscina y en el sonido que hace al colarse entre las hojas de los árboles. Me arde la cara por culpa del sol y la cabeza me duele de no saber en qué pensar. Quizá sea que pienso en demasiadas cosas... Ya casi no hay luz pero no me apetece entrar en casa, estoy cansada de las cuatro paredes moradas que componen mi habitación, de los osos de peluche, las cintas de video y, más que nada, de las barbies. Siempre he odiado a esas Barbies rubias de pelo largo, ojos azules y labios rosas, acompañadas de sus Kens... Siempre perfectas, demasiado perfectas. También aborrezco el olor a cerrado de todo el día. Es curioso, echo en falta el olor a humedad de un día de tormenta de verano. Sin embargo, lo que más me apetece de estar fuera, en el jardín, es la oscuridad, la tranquilidad que me provoca que la única luz que haya sea la de la luna y la de cuatro bombillas anaranjadas repartidas alrededor de la casa. Estar fuera, sola, con la música a un volúmen tan sumamente bajo que casi la tapa el aleteo de los pájaros (o los murciélagos) me ayuda a no pensar más. Esto es un desastre, ni principio ni final, ni siquiera el más mínimo sentido... Quizá sea demasiado quejica, pero bueno, forma parte de mi esencia.

martes, 17 de junio de 2014

Después

El día de hoy no podía acabar de otra manera: lectura, medio litro de helado de Cookie Dough, lápiz y papel.
Después de oír a Chuck pedirle perdón a Blair, después de oirle decir que lo siente por no haber sido capaz de esperarla, de decirla que la quería y de luchar por los dos. Después de una canción triste y una tarde sin ti. Después de muchas dudas sobre qué hacer, qué decir o qué sentir. Después de muchas discusiones. Después del miedo. Después de la incertidumbre de no saber cómo seguir. Después de lágrimas al ritmo del disco de Coldplay que gira por quinta vez dentro de mi cadena de música en modo repetición. Después de una ducha de agua fría y después de las pesadillas de una siesta de la que he despertado esperando que estuvieras a mi lado. Después de haberme quemado la cara por salir al sol a saber si tengo lo que de verdad quiero. Después de tus preguntas, las mismas que hacen que me cuestione las mías. Después de la falta que me haces. De recordar aquel que canta "Después de ti no hay más" sí, también después de eso. Después de no saber si lo que hago está bien o mal. Después de no saber si eres tú o soy yo. Después de todo eso tan típico que tanto odio, incluso después de las borderías. Después de mis excusas, mis explicaciones y mis inseguridades. Después de darme cuenta de que estoy otra vez aquí, escribiendo algo que sé que no me va a gustar, como no me gustan otras tantas cosas últimamente. Después de saber que no he dicho nada de lo que en realidad quería decir. Después de confirmar que no me atrevo. Después de descubrir que no sé cómo terminar porque, en realidad, ni siquiera sé si quiero ponerle un punto final...