lunes, 18 de noviembre de 2013

Cigarrillos consumidos por el tiempo.

No nos damos cuenta o quizá no queramos hacerlo, pero la vida se nos escapa entre los dedos de la mano igual de rápido que se consume un cigarrillo.
Una vez que empiezas algo en la vida es como cuando enciendes el mechero y prendes el cigarro, ya no hay vuelta atrás, no puede volver a ser lo mismo, no puede volver a estar entero. Cada segundo que pasa nos vamos alejando más y más del pasado, cada segundo que pasa es una nueva calada que va consumiendo poco a poco ese cigarrillo. Al principio no le das importancia a lo rápido que pasa el tiempo y la velocidad a la que se consume, simplemente piensas que queda mucho para que acabe, incluso a veces demasiado, y de lo que no te das cuenta es de que, en verdad, la vida, al igual que el tabaco, no es infinita. Cuando ves que el final se acerca es cuando empiezas a comprender que nada es para siempre y que los segundos, las caladas, te saben a poco y te sirven incluso de menos de lo que te gustaría. De aquel cigarrillo nuevo, de esa etapa que comenzaste, ahora solo quedan las cenizas, los recuerdos que el tiempo arrastra y el paso de los años, poco a poco, va deshaciendo. Cuando ya no te queda más que fumar o más tiempo para disfrutar y tienes que decir adiós caes en la cuenta de que, a lo mejor, no has aprovechado cada momento como deberías, no has saboreado cada calada y no las has compartido con quien deberías o te hubiese gustado. Sin embargo, no se puede volver atrás en el tiempo, nada ni nadie resurge de sus propias cenizas. Esos momentos ya los has perdido, ese cigarrillo ya se ha consumido... Puedes encender otro, embarcarte en una nueva aventura, pero tienes claro que no será igual porque cada momento, cada calada, es única y, por tanto, diferente a todas las demás.
Y es eso, a la vida, igual que a un paquete de tabaco se le acaban los cigarros, se le esfuman las horas, los días y los años mucho antes de lo que a cualquiera nos gustaría.