sábado, 21 de enero de 2017

Tópico del típico autobús.

Las distancias son largas.
O cortas, muy cortas, cuando tienes a quien quieres cerca.
También hay canciones tristes.
Y canciones que desprenden felicidad.
Bueno, en realidad hay canciones especiales que pueden hacerte sentir alegría y tristeza al mismo tiempo.
Eso pasa a veces con las personas.
Personas que son sinónimo de toxicidad y, al mismo tiempo, de necesidad.
Personas que son el tópico del amor y el odio.
Los tópicos de que el tiempo vuela y las personas cambian.
Los tópicos de chica conoce a chico.
Los tópicos de los típicos corazones rotos.
El tópico del frío del otro lado de la cama porque tú ya no estás.
El tópico de preguntarme cada día por qué te fuiste, qué cambio, qué hice mal.
Voy montada en un autobús de la ciudad no sé a donde y me sigo preguntando que fue del tópico del príncipe azul.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Domingos de vuelta.

Un mal domingo, niebla y lluvia.
Copiloto en un viaje oscuro de 248 kilómetros. 2h y 15min con suerte de no encontrar atasco.
15 días para volver. 15 días para Navidad.
Todo ha cambiado.
Quizá y ano habito la misma piel o quizá sean los demás los que se han transformado.
También puede ser que simplemente hayamos madurado y veamos con otros ojos.
Ahora calor es hogar, un café en buena compañía, el roce d otra piel en un polvo acelerado.
Y es que ¿quién se negaría al calor en mitad de un frío diciembre al que ni siquiera ha llegado el invierno?
Pero el frío cala. Y no me refiero a los -3 ºC que hay fuera, en la autovía.
El frío que yo digo es, más bien, de distancia y falta de compasión, empatía o compañía. Frío de soledad, decepción y ausencia de esperanza.
Y es que ya tú y yo ya no somos nosotros.
Y es que ya no hay un motivo por el que coger una pistola y empezar una guerra contra el mundo.
Y es que ya no nos entendemos cuando nos miramos. O, más bien, ni siquiera lo hacemos.
Y es que ya no quiero saber nada de si lo que hago está bien o mal o regular. O de cómo opina la gente que lo hago.
Y es que ya solo quiero pasear por Gran Vía, pisar el kilómetro 0 en la Puerta del Sol, disfrutar de las luces de la Plaza Mayor y reír en Cortilandia.
Ya solo quiero un buenos días con una sonrisa, un cucurucho de castañas asadas y un trocito de turrón de Suchard.
Sin embargo, mañana a las 7:43 volverá a sonar el despertador, golpeará otra vez la realidad y el tiempo seguirá corriendo a la velocidad de la luz.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Días y días.

Hay días en que te levantas sintiendo que tienes el mundo a tus pies, días en los que todo te sale perfecto, días redondos. Pero, sin embargo, hay días de promesas incumplidas, hay días de olvido, días de soledad, e incluso días para echar de menos. Tan pronto como una mañana estás tan arriba que sobre tu sonrisa no ejerce la gravedad, de repente te levantas de la siesta tan hundida que la presión no deja a tu cara triste levantarse. Dicen que la felicidad solo depende de uno mismo, pero lo que no dicen, y para mí lo más importante, lo que yo creo, es que el dolor sí depende de los demás. Gente que desaparece sin ninguna explicación, mentiras, puñaladas por la espalda, traiciones... En cualquier caso, hace poco me han hecho una pregunta curiosa: ¿Qué es mejor, sentir dolor o no sentir nada? Estuve reflexionando, intentando ver que era lo más coherente o lo más racional... Aunque en realidad, no creo que haya nada de lógica en los sentimientos. La verdad que tengo mis dudas, es horrible sentirte vacío, no tener nada que te recuerde que eres humano, pero luego pienso en que todo cansa, y que sufrir no es una excepción... Y bueno, los días siguen pasando, el reloj no deja de correr, ni las lágrimas de brotar. Aún así, el mundo no ha parado todavía por nadie, y tampoco creo que yo vaya a ser la primera por la que lo haga. Seguiré con mis preguntas sin respuesta, seguiré creyéndome vuestras mentiras, llorando por quien seguramente no se lo merce y confiando en quien no debería... Seguiré con todos mis errores y mis fracasos, pero seguiré igual que sigue latiendo mi corazón. [Se supone que todos los cuentos tienen un desenlace, pero como esto es la realidad y para mi es y va a continuar siendo así, no puedo poner punto final.]

domingo, 27 de noviembre de 2016

"Eh, tranquila"

Me decía a mí misma algo así como: "Eh, tranquila, no merece la pena", pero los dos sabemos que mentía. Me encantaba sentarme en la azotea de mi imaginación a mirarte, a observarte sin más. Sentarme a ver como bostezabas todas las mañanas y te frotabas los ojos antes de levantarte de la cama. Tus tropiezos con las zapatillas de estar por casa de camino al baño siempre me hacían reír, al igual que ese grumo de mermelada que se te pegaba en la nariz todos los domingos cuando desayunabas tostadas. Tus sonrisas abriendo mis mensajes de "Buenos días pringado, ¿se te ha hecho muy duro eso de soñar conmigo? " y tus respuestas de "Buenos días princesa" aún sabiendo lo que odiaba esa típica mentira que tanto usan ahora. Me encantaba oirte cantar en la ducha y tus "qué bueno estoy" en el espejo empañado me hacían pensar lo habitual, un "qué flipado". Me encantaba verte disfrutar con esas películas de acción que tanto te gustaban y con las que yo siempre acababa eligiendo la opción de irme a la cama. Me gustaban las tardes de cosquillas en tu cama, aunque las odiase, pero me gustaba verte reír y reirme a tu lado. Me gustaban las cenas de pizza recalentada en el microondas y me gustaban muchísimo más tus besos de buenas noches. Pero la mejor parte del día llegaba cuando te veía dormir, con esa media sonrisa de que te acuestas contento y tienes un buen sueño. Me encantaba apoyarme en la almohada y dormirme pensando en el típico (incluso aunque odiaba todo lo que era típico) "mañana más y mejor" Pero claro, ¿quién se podía negar a un día más contigo? Todo eso sería genial, pero sigo viviendo en un bajo y ya he vuelto a hacerlo, he vuelto a pensar en tí. A veces digo que no tengo remedio, pero luego rectifico y me acuerdo de que sí, de que mi remedio eres tú.

martes, 29 de diciembre de 2015

Polvo.

Y prometía y decía que no se iría. Y se fue y se olvidó de todo lo que prometió. Cómo siempre. Cómo todos.
Y yo me reía, me reía porque siempre lo había sabido; sabía que desaparecería. Pero no quería verlo porque me gustaba creer en la eternidad, esa que dura para siempre. Pero me quemé porque quien alimenta las llamas del fuego de la mentira se quema, y yo lo hice. Y se me incendió el corazón y quedó reducido a las cenizas del recuerdo; al polvo del que todos venimos y al polvo al que todos volveremos.

lunes, 11 de mayo de 2015

Nunca.

Nunca se me dieron bien las metáforas o hipérboles, en realidad tampoco me llegué a aprender sus definiciones. Tampoco sé expresar cómo me siento o controlar mis emociones. No me gustó nunca sentirme atada, ni llorar, ni tragarme los problemas (aunque sea lo único que sepa hacer); pero hoy me siento libre. Libre como cuando abres la ventana de casa un día de lluvia y huele a tierra mojada o cuando te ríes y te empieza a doler la barriga o esos días que hace mucho calor y te metes debajo de la ducha con el agua muy muy fría. Quizá no esté en mi mejor momento o quizá sólo piense que no lo estoy, pero sienta bien respirar hondo sabiendo que nada te oprime el pecho. Nunca me gustó demasiado el rosa, pero tampoco me sienta bien el negro. Creo que soy mucho más de rojo: apasionada, fuerte y segura. Y también creo que todo se puede restaurar, pero para empezar mi reconstrucción primero hay que completar la tarea más difícil: encontrarme a mi misma, otra vez.

sábado, 2 de mayo de 2015

13 capítulos mal escritos.

Reescribiría nuestra historia, pero hace tiempo que no tengo ni voz ni voto en lo que ocurre contigo y conmigo: y no, no me refiero a nosotros porque esa palabra no existió nunca entre tú y yo. Es más, en realidad creo que eliminaría los trece capítulos del libro de mi vida que llevan tu nombre. Arrancaría todas y cada una de esas páginas que tienen las palabras corridas de llorar sobre la tinta y no me daría ninguna pena borrar todas las ilusiones escritas entre líneas. Sigo queriendo despertar de la pesadilla en que has convertido mis días y amanecer en mi cama, con el calor del sol entrando por mi ventana; poder por fin dejar atrás estas sábanas frías a las que me tienes anclada. Llenar el vacío que dejaste desde que te fuiste, aunque en realidad sigas clavándole flechas a mi corazón para asegurarte de que le quedan cicatrices con tu nombre.