domingo, 27 de noviembre de 2016

"Eh, tranquila"

Me decía a mí misma algo así como: "Eh, tranquila, no merece la pena", pero los dos sabemos que mentía. Me encantaba sentarme en la azotea de mi imaginación a mirarte, a observarte sin más. Sentarme a ver como bostezabas todas las mañanas y te frotabas los ojos antes de levantarte de la cama. Tus tropiezos con las zapatillas de estar por casa de camino al baño siempre me hacían reír, al igual que ese grumo de mermelada que se te pegaba en la nariz todos los domingos cuando desayunabas tostadas. Tus sonrisas abriendo mis mensajes de "Buenos días pringado, ¿se te ha hecho muy duro eso de soñar conmigo? " y tus respuestas de "Buenos días princesa" aún sabiendo lo que odiaba esa típica mentira que tanto usan ahora. Me encantaba oirte cantar en la ducha y tus "qué bueno estoy" en el espejo empañado me hacían pensar lo habitual, un "qué flipado". Me encantaba verte disfrutar con esas películas de acción que tanto te gustaban y con las que yo siempre acababa eligiendo la opción de irme a la cama. Me gustaban las tardes de cosquillas en tu cama, aunque las odiase, pero me gustaba verte reír y reirme a tu lado. Me gustaban las cenas de pizza recalentada en el microondas y me gustaban muchísimo más tus besos de buenas noches. Pero la mejor parte del día llegaba cuando te veía dormir, con esa media sonrisa de que te acuestas contento y tienes un buen sueño. Me encantaba apoyarme en la almohada y dormirme pensando en el típico (incluso aunque odiaba todo lo que era típico) "mañana más y mejor" Pero claro, ¿quién se podía negar a un día más contigo? Todo eso sería genial, pero sigo viviendo en un bajo y ya he vuelto a hacerlo, he vuelto a pensar en tí. A veces digo que no tengo remedio, pero luego rectifico y me acuerdo de que sí, de que mi remedio eres tú.

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