Nunca había conocido a nadie como ella; podía presentarse en cualquier momento del día para convertir sus nubes grises en un bonito atardecer. De su mano todo era mucho más sencillo y no hacían falta palabras para decir todo lo que sentía. Siempre conseguía sacar lo mejor de ella y hacía que todo lo malo desapareciese. Tampoco la hacía falta fingir; podía llorar sin lágrimas, reír sin carcajadas y querer sin besos. A su lado se paraba el tiempo y no existía el quién, el cuándo o el dónde; solo importaban sus sentimientos y cómo se los hacía llegar a los demás. Los problemas se convertían en ochos, los golpes en acentos y la ira en fuerza y expresión. Podía volar y sentirse libre: sin ataduras, normas, objetivos o prejuicios. Sabía que aquella era su media naranja. La danza siempre la hacía soñar y, con ella cerca, sentía que la vida era un poquito más fácil.
miércoles, 29 de abril de 2015
"Bailar es soñar con los pies."
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